A lo largo del último año, es probable que muchos de nosotros, en el ámbito personal, profesional y empresarial, hayamos incluido en nuestra Lista de Tareas a Revisar, el “darle una vuelta” a cómo nos vemos en el escenario que nos rodea, en el sentido de cúales son nuestros puntos fuertes y nuestras flaquezas.
Seguramente nos hayamos centrado si cabe más en las debilidades, condicionados por esta situación tan excepcional que nos acercó al cansancio y al decaimiento. Y así nos venimos moviendo entre sensaciones y percepciones de solidez, resistencia, vigor, entereza, firmeza y al tiempo, repletas de faltas, de carencias e inanición.
De esta manera, nos puede estar costando mucho ver oportunidades dado que todo a nuestro alrededor parece estar cargado de potenciales amenazas.
Cuándo debe ser conveniente actuar (o cómo); qué es coyuntural y qué no, ¿debo actuar si percibo una reacción ó un síntoma, como una advertencia? Son las pequeñas decisiones de ahora grandes retos y parece que resulte ahora más necesario que nunca desarrollar y fortalecer nuestra capacidad de observación.
Este escenario de fortalezas y debilidades internas y la manera en que establecer una balanza equilibrada en su interacción con los escenarios externos, (en términos de oportunidades y amenazas), se ha venido estudiando y analizando desde hace mucho tiempo, como análisis DAFO (Debilidades-Amenazas-Fortalezas y Oportnidades)
Pienso que es muy bueno, poder extrapolar este pequeño o gran análisis a los tres ámbitos que mencionabamos antes: el personal, el profesional y el empresarial, y poder movernos así con cierta coherencia y rumbo.
Si optamos por una estrategia defensiva, usaremos las fortalezas para hacer frente a las amenazas. Si el planteamiento de acción es de supervivencia, buscaremos minimizar las debilidades para disminuir las amenazas. Si la planificación es adaptativa, nuestra tendencia será aprovechar las oportunidades para atenuar las debilidades y por último, si nuestro plan fuera ofensivo, usaremos las fortalezas para aprovechar las oportunidades.
¿Y qué competencias resultará mejor desarrollar en esta búsqueda de equilibrio en escenarios de incertidumbre, desorden y confusión?.
Tal vez ser curioso, ser capaz de percibir los detalles: esos pequeños matices, lo que resulta tabú, lo que resulta obvio, interesante, cotidiano, vulgar ó inadecuado.
Potenciar el pensamiento lateral y crítico, ser capaz de deconstruir los problemas.
Desarrollar una escucha activa. Disponer de un espíritu de trabajo en equipo.
Sabernos desenvolver entre el pensamiento convergente ó divergente de acuerdo a lo que vayamos a abordar. Fortalecer nuestra capacidad de imaginación, de poder hacer frente a lo desconocido, de aportar soluciones ingeniosas.
Son competencias que siempre han sido valoradas, siempre parecen actuales, en la misma medida que no resultan fáciles de aprender y a las que “echar el guante”.
Los Espacios de Coworking, son pequeños escenarios de trabajo inclusivos, que nos permiten interactuar en grupo y que nos permiten mostrarnos más expuestos y predispuestos a entrar en contacto con estas capacidades.
Espacios en los que desarrollar nuestras habilidades, favorecer la toma de decisiones y dar solución a los problemas de un modo constructivo.
Entornos de trabajo, como las comunidades coworking, nos pueden ayudar a ser más sensibles frente a posibles puntos de vista inesperados, conocer nuevos walkarounds (formas de enfocar, de llegar o salir novedosas o diferentes) y atrevernos a aprender haciendo.
Ambientes donde se favorezca el trabajo transversal, la capacidad de análisis, la creatividad o poder desarrollar el aprendizaje autónomo a partir del colectivo. Un entorno de colaboración, participativo, en el que pararnos a observar la realidad, tomando ese grado de consciencia y análisis colectivos que nos puedan ayudar a orientar nuestras decisiones. Y abrirnos así a poder discernir qué herramientas, qué escenarios y personas podrán ser nuestros aliados y nuestra ayuda en el difícil día a día profesional y personal.